La envidia es mejor despert.... es mejor no sentirla
La envidia es de esos sentimientos que jamás admitiremos a voces, es de los sentimientos más humanos pero de los que más vergüenza nos da admitir, nos hace sentir culpables, e incluso, débiles. Y por supuesto, sólo unos pocos son capaces de admitir sus debilidades.
Esta entrada nace de mis inseguridades, de eso que nos hace sentir vulnerables al compartir, pero es justamente la razón que me hace escribirla. Sentirnos vulnerables nos ayuda a empatizar y en general, nos hace a mejorar.
Y no me refiero a la envidia de la buena, de la que alguien más tiene algo que nos gusta pero que nos alegra por esa persona. Me refiero a esa que nos hace sonreír falsamente, la que por detrás cuestionamos y juzgamos.
Así va esta historia...
Trabajar para una empresa tan competitiva es en muchos sentidos inspirador, pero en ocasiones nos hace luchar con nuestras inseguridades. Estas semanas, la carga laboral ha sido un tanto más pesada que de costumbre, por lo que al dedicarle más horas de lo normal me hacía sentir que estaba haciendo un buen trabajo, sin embargo, empecé a darme cuenta que otros recibían reconocimiento y a pesar de estar trabajando más, ese reconocimiento no era para mi. La envidia hizo de las suyas y puso en mi cabeza el pensamiento de que el trabajo de los otros no era tan meritorio como el mío y aun así yo no recibía ese aplauso, pero ellos tampoco deberían, era INJUSTO.
La envidia nunca viene sola, por supuesto, después de este pensamiento que yo juzgué de injusticia y poco meritorio para otros, mi motivación para trabajar estaba por los suelos (y mi síndrome del impostor por las nubes).
Además de todo lo negativo que trae la envidia, tiene una propiedad aún más grave y es que se alimenta sola, y parece virus en pandemia, crece desmedido. Parecía que en los siguientes días más reconocimiento se me omitía y que los demás recibían más inmerecido, y por supuesto allí estaban mis famosos ojos rodando sin parar.
Afortunadamente, hace algún tiempo aprendí que tengo poder sobre mis sentimientos, que una vez entiendo de dónde vienen puedo modificarlos. Y eso hice, escribí (obvio) lo que sentía, y lo que consideraba injusto de la situación, fue entonces que entendí que sólo buscaba aprobación de otros, que en algún punto de esos días saber que estaba haciendo el trabajo de manera correcta y sentirme orgullosa de él dejó de ser suficiente, y quería, deseaba, necesitaba el aplauso y la aprobación de otros. Mi envidia nacía de que mi opinión ya no era suficiente para mí, necesitaba una externa, por qué? Eso significaba demeritar mi valor.
Supongo que el reconocimiento y validación externa es importante para saber que estás haciendo lo correcto, pero en qué momento dejamos de hacer las cosas porque es lo que debemos y empezamos a hacerlas por un aplauso, es ahí donde jamás deberíamos caer…
"Work for a cause, not for applause. Live life to express not to impress"
(Trabaja por una causa, no por un aplauso. Vive tu vida para expresar y no para impresionar).
La envidia es un sentimiento puramente negativo, nos roba espacio en la mente, ciega lo que es realmente meritorio, hace que nos comparemos, nos hace sentir insuficientes porque nos hace creer que tenemos el privilegio de juzgar a otros. ¿Cómo combatirla? Identifícala, llama las cosas por su nombre y piensa que en tí la genera. La envidia no nace de lo que no nos parece que el otro debería o no tener, sino de lo que nosotros carecemos. Considero que la envidia es un reflejo de nuestras inseguridades, no siempre un reflejo claro, pero dice más de nosotros que lo que dice del otro.
Finalmente, NO, la envidia no es mejor despertarla que sentirla, o al menos no querer despertarla conscientemente, hacer o tener algo para ser envidiado es el mayor de los fracasos, porque sólo evidencia cuanto vives por los demás. Y sentirla, aunque es normal, es una clara señal de algo que debes reflexionar sobre ti.