Un año de letras...

Un año de letras...

Hace un año empecé a publicar este blog, 49 entradas después, unas tantas omisiones, algunas entradas sin publicar, y muchas tantas lecciones hacen de este uno de mis retos favoritos. 

Como buen ser humano, suelo iniciar proyectos a los que no les doy continuidad. Admiro a las personas que ignoran sus miedos y persiguen sus ideas, buenas y malas, saben desafiar sus límites. Así que en mis propósitos de este año decreté que iba a continuar con este proyecto, principalmente con el objetivo de retarme y probarme que era capaz de persistir con algo que en últimas sólo dependía de mí, pero en el camino se convirtió en una gran manera de organizar mi cabeza, mis ideas y compartir algo que al parecer inspiraba a otros. 

Igual que muchos, padezco el miedo al rechazo y a ser juzgada. Cuando me atreví a publicar el blog, todas las alarmas de mi cabeza gritaban que la gente se burlaría y se preguntaría por qué lo hacía. Dudé (y aun lo sigo haciendo) si realmente lo que hago aporta algo o es sólo ruido en un mundo ya lleno de él. Creí que todo lo que estaba aprendiendo en mi camino de vida ya era obvio para todos (o los pocos que lo leerían) y que a nadie le importaría mis experiencias u opiniones. Han sido muchos días en los que he querido no escribir más porque el miedo es el constante compañero de las ideas. 

Sin embargo, hay un miedo que es más fuerte que el rechazo, el miedo a fallarme. En un año donde todo era incierto y donde perdimos el control de básicamente todo, cumplir mi propósito de continuar con este blog era de las pocas cosas que si podía predecir, controlar y, a mi manera, definir como éxito en el año. Así que cada semana me senté a escribir, sobre lo que tenía en mi mente, sobre las situaciones que vivimos, sobre lo que me indignaba o lo que me hacía reír, y cada vez que terminaba una entrada recordaba cuánto disfruto escribir. Cada entrada era mi favorita, aun las releo y aplaudo la valentía de enfrentar mis miedos y lo bonito que suena en mi cabeza las palabras que escribí, a veces incluso me sorprendo, y al releerlas vuelvo a aprender las lecciones que olvidé. 

Sin duda este año no se hubiera cumplido sin los mensajes que recibí de personas a quienes mis historias les resonaban, a quienes mis lecciones los alentaban o algo les enseñaba. Entonces me di cuenta que como en muchos casos, la limitación que el miedo representa está sólo en nuestra cabeza, sé que hay muchos a quienes no les interesa lo que escribo pero al final del día su opinión es una más, igual de libre y válida que la de aquellos a quienes si, y mientras escribir me libere, me haga sentir orgullosa y logre conectar con las personas que sí valoren estas palabras, creo que el propósito de este blog  se cumple, y no es ruido y definitivamente no es vacío. 

Aprendí que ser vulnerable es una fortaleza y jamás una debilidad, que somos nuestros peores jueces, que es verdad que la mayoría de monstruos no están debajo de la cama sino en nuestra cabeza, que atrevernos nunca es un error y fallar es sólo una lección más de vida. Aprendí que vale la pena hacer lo que queremos porque las oportunidades no duran para siempre, que quizá este blog no sea para siempre pero sus palabras durarán (espero) en cada persona que lo haya leído. 

Gracias a todos los que han leído al menos una entrada (y a mi mamá por leerlas todas), y espero la constancia y la creatividad me acompañen por un tiempo más. 

Atentamente, Luisa.

Incomodarse, agradecer, reconocer, educarse y cambiar. 


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