Para una persona acostumbrada al constante cambio...
Hace un poco más de tres semanas viajé a Colombia. Llegar a casa representaba el respiro anhelado después de lo que había sido un año de lucha constante contra la incertidumbre.
Para una persona acostumbrada al constante cambio, sabía que debía dar espacio a mis rutinas de acomodarse a lo diferente, entre ello, escribir menos, ajustar mi horario laboral y mi adorado tiempo conmigo.
Para una persona acostumbrada al constante cambio, sabía que habrían cosas que serían diferentes a lo que había esperado, algunas me emocionarían, otras no tanto.
Para una persona acostumbrada al constante cambio, sabía que la resistencia aparecería, y ella en mi se manifiesta en forma de excusas, aún más estando en casa donde soltar responsabilidades es fácil.
Para una persona acostumbrada al constante cambio... esa persona entendió que no hay tal cosa como acostumbrarse al cambio, siempre que llega golpea y desestabiliza, las lecciones aprendidas en estabilidad, son difíciles de conservar cuando las variables, pues…, varían.
Hay cambios de cambios por supuesto, pero los del 2020 son más de retos que de respiros, y hasta en los ambientes más seguros las lecciones de este año saben encontrarnos.
Es por eso que creo que la única forma de acostumbrarse a lo único constante, al cambio, es sabernos definir en medio de el, definir nuestras bases, enfocarnos en construir quienes somos, quienes queremos ser, porque ello decidirá la respuesta ante cualquier cambio a nuestro alrededor, para bien o para mal. El medio jamás lo podremos controlar ni predecir pero que cuando el piso tiemble nos encuentre con piernas firmes, listas para responder con decisión y convicción a cualquier reto.