No somos productos del super…
Originalmente esta entrada se llamaba ‘De etiquetas y expectativas’, pero pensé que le faltaba un poco de drama, así que opté por este título que lo hace un tanto más … curioso.
Ten cuidado con las etiquetas que te pones porque ellas definen tu manera de vivir.
Igualmente definen tu comportamiento y por tanto tus expectativas, no sólo con las que te mides tú sino con las que te miden los demás. Sobra decir que quien vive de expectativas muere a fuerza de realidades, y aprender a romper con ellas libera.
Siempre me había definido con la etiqueta de trabajadora y exitosa, quien pone su desarrollo profesional primero, buena hermana y buena hija, en general etiquetas bastante positivas, sin embargo, ellas generaron no solo las expectativas que otros pusieron en mi sino las propias, en las que siempre debía actuar de una manera que me garantizara el éxito profesional, de trazar y tomar las oportunidades correctas. Al enfrentarme con una disyuntiva de seguir un camino acorde a mis etiquetas o re definirlas, aferrarme a ellas me rompió la ilusión (y de camino el corazón).
Esta es una historia que toco mucho en este blog, y si para este punto no le ha quedado claro, aquí el chisme: decidí dejar México y mudarme a Irlanda por una oferta de trabajo en Facebook. En papel, esta oportunidad suena a sueño, sobre todo con las expectativas que me había trazado para mí (sobre todo con las expectativas que otros tenían sobre mí, sobre todo con las expectativas que nuestra cultura nos impone de una definición ilusoria de “éxito” - en fin, a otros blogs pertenece esta discusión); la realidad fue que dejé mucho y a muchos que quería, y empezar de cero por un vida profesional se vió para mi más como una pesadilla.
Me costó mucho reconciliarme con la idea de que si tomé el camino correcto porque lo había sufrido tanto? Y me dije, igual que muchos, esto era lo que tenía que vivir para aprender.
Pero la realidad es que no hay camino correcto, o más bien, todos los caminos son correctos,
en todos hay lecciones, en todos hay diferentes experiencias. La vida es como un parque de diversiones, tiene una sola entrada y una sola salida, pero los caminos a las atracciones son múltiples, a veces se cruzan, a veces llevan al juego que querías, a veces te encuentras con un mejor o quizá uno no igual de divertido al que buscabas, pero a cualquiera que llegues depende sólo de ti divertirte.
Ahora entiendo que el camino que tomé era uno solo de los correctos pero que quizá si le hubiera sido fiel al corazón y menos a las etiquetas y a las expectativas hubiera tomado uno diferente, con otro tipo de retos. Entendí que fueron las expectativas las que me llevaron a tomar esa decisión, una decisión correcta, pero cuando la realidad no se ajustó a la expectativa, la desilusión fue la que me lastimó.
De nuevo, el argumento de que esto tenía que vivir para entender lo que entiendo hoy, a mi no me suena del todo válido, recuerda la analogía del parque de diversiones? Mi teoría es que esta misma lección quizá hubiera llegado en otro momento de haber tomado el otro camino.
Volviendo al tema de las etiquetas, creo que solo importan las que nosotros nos ponemos, e incluso ellas son de quitar y poner. Somos seres complejos, no somos productos de supermercado (ajaaaa de aquí el título por si se lo preguntaba), no somos solo las 3 o 5 cosas que decimos (o nos dicen) ser, no somos solo sensibles e inteligentes, podemos ser inquebrantables y descuidadamente creativos, podemos ser extrovertidos e introvertidos, podemos ser santos y demonios; como dice Barbie, sé lo que quieras ser. Somos lo que en cada momento elegimos ser, y esa es la belleza de la vida, que no nos obliga a definirnos, que nos permite cambiar (si, soy fiel creyente de que la gente sí cambia), porque al final del día vivir si es una elección, y vivir en la manera que queremos también lo es.
Definitivamente es algo más fácil de decir que de hacer, porque es más cómodo colgarse a lo conocido, a lo que nos define, definir permite hacer juicios de valor, categorizar y catalogar. Dicen que el cerebro ubica todo en categorías porque así le es más fácil reaccionar y relacionar, es cómodo para el cerebro, pero una vez más, lo cómodo no es felicidad (a menos que sea una hamaca en una playa del caribe, y ni ello es permanente). En cambio, descubrir cosas nuevas, experimentar y sorprenderse, imagine abrir cajas de regalos cada día, eso sí es una felicidad constante. Algunos regalos no serán nuestros favoritos, pero si seguimos abriendo esas cajas seguiremos encontrando cosas fascinantes, la prueba de la vida es que solo te da esas cajas si eres capaz de incomodarte, si eliges cambiar, si rompes con lo normativo y con lo que se te impone en la sociedad, si rompes con los moldes, si rompes con las expectativas.
De aquí la libertad, de no encasillarse ni encasillar a los demás, de reinventarse, de probar cosas nuevas, de la REALIDAD de infinidad de posibilidades, y allí la felicidad, de la capacidad de sorprenderse y dejarse sorprender, sin esperar nada específico pero estando siempre abierto a vivir, la única condición es aceptar incomodarse, pero créame que es un precio muy bajo que pagar.