Entre lo que es y lo que quisiera que fuera (una historia de derrotas)
Esta semana ha sido de altas y bajas, más bajas que altas, más bien sólo de bajas. Esta semana por primera en mi vida me sentí derrotada: no les ha pasado que luchan y luchan algo con todo lo que tienen, y cada vez que están por conseguirlo se topan sólo con obstáculos? Y tras una decepción más llega el largo y doloroso proceso de resignación y aceptación, y con ello un mar de cuestionamientos propios, a las decisiones y elecciones, a las situaciones.
En 3 días cumplo 2 años de haber llegado a Irlanda, y sin tener ella la culpa, esta isla se ha convertido en mi mayor escuela de vida. Dos años de aprendizaje personal y profesional, al mejor estilo de escuela militar. Aprendí a levantarme sola, a buscar lecciones en cada obstáculo, a crecer, a amarme, a madurar. Yo no pedí estas lecciones ni las buscaba, pero quizá por eso dicen que lo mejor de la vida llega sin buscarlo. Me siento infinitamente agradecida por cada día, los buenos y los no tanto, pero no jodaaa, alguien que le diga al de arriba que no ponga esas experiencias tan difíciles.
Ok, reconozco que quizá no sea culpa de las experiencias mas de la resistencia que le pongo yo a aprender la lección, a incomodarme, a renunciar a mis expectativas y a aceptar las cosas como son, sin duda no es el más fácil de los procesos. Sin embargo, esta semana entendí que dejar de resistirse si hace las cosas un poco más llevaderas.
Aún me siento derrotada, y no es un buen sentimiento, y lo es aún peor porque esa palabra jamás estuvo en mi vocabulario, no sé darme por vencida pero sobretodo jamás me he considerado víctima de mis circunstancias, sólo dueña de mis decisiones. Mas hay una parte de la derrota que me ha dado un poco de paz, aún no se si es bueno o malo, y en gran medida espero que esa falta de sensibilidad si desaparezca con el tiempo y la aceptación, pero en el cansacio que da sentirse derrotado decidí renunciar a varias cosas:
Renuncié a tener que fingir una sonrisa y pretender que las cosas estaban bien cuando no lo estaban.
Renuncié a tener que responder mensajes si no quería hacerlo.
Renuncié a tener que dar explicaciones o aceptar los mensajes positivos - soy consciente que todo estará bien y que no es el fin del mundo y que hay cosas peores ocurriendo, pero honro mi dolor y mi sentir, y elijo reconocerlo y vivirlo y no evitarlo.
Renuncio a decir que el amor propio es un proceso siempre feliz, las derrotas hacen parte del crecimiento, saberlas sortear sólo nos da más herramientas para el camino.
Renuncio a ver la falsedad, renuncio a quedarme callada, renuncio a todo lo que me quita energía por tener que ser “políticamente correcta”. Renuncio al miedo a herir susceptibilidades. Renuncio a hacerme responsable de opiniones ajenas, a vivir de apariencias y a limitarme por los juicios de otros.
Renuncio a la necesidad de encajar, a la necesidad de siempre tener la respuesta correcta o dar la palabra de apoyo.
Renuncio a cumplir las expectativas de otros.
Renuncio a no poder ser vulnerable, a no poder ser débil, a tener que ser siempre fuerte, berraca, guerrera.
Renunció a vivir de estereotipos conscientes (los inconscientes... pues los seguiremos trabajando).
Renuncio al miedo a sentirme sola y sentirme derrotada.
Que dificil es tener que cumplir con todo lo anterior y tener una vida que además nos haga sentir plenos. Renunciar a todo ello y sentirme como lo hago, no le quita en lo absoluto que estoy agradecida con todo lo que sí tengo, porque esa es la belleza de lo compleja que es la vida, que no todo es blanco o negro. Estoy segura que este sentimiento se irá y mejores momentos vendrán, y estoy aprendiendo que el hecho de que las cosas no pasen como yo las quería no le quita la magia a lo que está por llegar, pero le soy fiel a mi vulnerabilidad y lo comparto para quien necesite saber que se vale sentirse abatido (lo que no se vale es quedarse ahí).