Cómo escapar del COVID y fallar en el intento...

Cómo escapar del COVID y fallar en el intento...

Este blog comienza con una disculpa a mis amigos, porque a excepción de mis papás, mi mejor amiga y mis amigos del trabajo (a quienes no puedo evitar porque he de trabajar con ellos), he estado conscientemente evitando sus mensajes. Esto no viene con ninguna mala intención y espero esta entrada les permita entender un poco. 

No creo que mi decisión sea la más racional pero no me disculpo por ella porque era lo que necesitaba. No pretendo recibir lástima, mi situación es de mil maneras privilegiada en comparación con la de muchos, pero como he dicho antes, cada cabeza es un universo diferente y reacciona de maneras diferentes a distintas circunstancias. 

Mi cuarentena empezó una semana antes de que iniciara oficialmente en Irlanda, es decir, el viernes 6 de Marzo. Este día estaba trabajando desde casa, era viernes y no tenía juntas, así que elegí quedarme en casa para ser más productiva. Alrededor de las 11am, recibí una llamada de la gente encargada del bienestar de los empleados de Facebook (lea aquí mi entrada sobre los beneficios de FB), donde me decía que debía estar en cuarentena al menos por una semana, ya que alguien con quien me había reunido la semana anterior en Londres había resultado positivo para el virus. Honestamente reaccioné muy tranquila, ya habían pasado más de 8 días y no había tenido ningún síntoma, así que asumí que no me había contagiado y que sólo debía estar en casa una semana más. Italia apenas iba a entrar a lockdown, así que la situación aún no era tan terrorífica. 

En teoría, debía regresar a la oficina el jueves 12 de Marzo, pero en esa semana todo cambió muy rápido, y dicho día nos enviaron a todos a cuarentena. Y así han transcurrido los últimos 23 días (para el momento en el que escribo esta entrada). Las primeras dos semanas estuve muy tranquila, mantuve mi rutina de levantarme temprano, leer noticias, hacer ejercicio en casa, disfrutar mi café y mi mañana antes de empezar a trabajar; pensaba que sólo serían un par de semanas. Mi casa es grande, tengo varios espacios, hay una playa a menos de dos kilómetros a la que puedo caminar en las mañanas (si, manteniendo la distancia social, no hay muchas personas en la calle a las 6:40am), la verdad estuve bastante cómoda y positiva.

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Sin embargo, esta tercera semana, las cosas cambiaron. Tenía planes a corto plazo que me tenían muy emocionada y por la situación se pospusieron. Los espacios de mi casa ya no parecen tan grandes, las medidas de seguridad cada vez se hacen más estrictas y lo pienso mucho antes de salir a la playa a caminar. Ir al mercado da nostalgia cuando tienes que usar guantes y es preferible que limites tu interacción. Tres semanas de leer noticias poco esperanzadoras, y vivir de lejos lo que ocurre en mi país, alejada físicamente de mi familia por un periodo indefinido, por supuesto que te pasa factura. Y para los que no conocen mi trabajo, tiene un componente bastante .... llamémoslo, gráfico y desesperanzador. Así que esta semana, ya no tenía la misma energía, a pesar de que seguía haciendo todo lo que se recomienda: mente sana y cuerpo sano. 

Te recomiendan que te mantengas comunicado con las personas que quieres, pero igual que a muchos, escuchar mencionar la palabra ‘coronavirus’ una vez más, me hace rodar los ojos y me explota la cabeza, y desafortunadamente es el tema del que todos hablan: el impacto económico, la pobreza que está generando, el número de infectados sigue creciendo igual que el número de muertos, el impacto de trabajar desde casa, “cómo está tu familia en Colombia?”, los presidentes que hacen mucho, los presidentes que hacen poco, “lávate las manos”, “usa guantes”, “no uses tapabocas”, Amazon hace envíos demorados, los viajes que perdimos… En fin, un sin fin de temas que terminan siempre regresando a lo mismo. 

Así que un día tuve suficiente, no quise escuchar más, no quise saber más, no quise más noticias, no quise más coronavirus. Sé que esto es temporal, pero una de mis mejores herramientas de amor propio es saber escuchar mi propia voz antes que la de afuera, y ella me decía que no quería más, que necesitaba drenar toda la información, el impacto de lo que estaba ocurriendo, hacerme responsable de mis sentimientos y pensamientos, desdibujar mis planes y trazar unos nuevos; no querer decir “estoy bien” cuando no lo estaba, y no escuchar los consejos que ya conozco cuando decía estar mal. 

Decidí no leer noticias, no responder mensajes, no ver redes sociales, y no de una manera insana de querer aislarme, sino de darme un espacio consciente para mí. Pero rápido aprendí que desaparecerse no es nada fácil. Las noticias igual llegaban cada vez que abría google para buscar una receta o responder un mensaje de mis papás. Aunque quisiera ignorar mis mensajes, aún debía trabajar, y por supuesto trabajo con personas a quienes debes responder, y aún peor, en mi afán de evitar redes sociales, debí recordar que trabajo para Facebook, ironías de la vida. 

Han pasado unos cortos/largos 5 días, pero debo decir que mi mente se siente mucho más tranquila, mis planes mucho más claros y mi ansiedad menos presente. Seguiré “tomándolo suave”, aún nos queda más tiempo en cuarentena, las medidas en Irlanda se han hecho más estrictas, pero seguiremos aprendiendo de la situación. Supongo que cuento mi historia, igual que todas las anteriores, si por algún motivo usted se ha sentido igual, está bien darse un tiempo. O quizá si a diferencia mía, prefiere hablar con más gente, hágalo, pero de cualquiera manera, encuentre las herramientas que a usted le funcionen para afrontar esta situación, cualquiera que elija (mientras sea legal) es válida y respetable. 

Atentamente, Luisa.


De mis reflexiones. Parte 1

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Carta a Luisa de 17 años…

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