De las realidades de vivir afuera
Durante las vacaciones y especialmente las de fin de año disfruto mucho descansar, y quién no? En esta oportunidad me tomé dos semanas para rascarme la barriga. Pero como todo lo bueno, llegaron a su final, y con ellas mis días en Colombia y de regreso a Irlanda. Siempre que se acercan los días de volver, mi cabeza empieza a rodar más de lo normal y un poco intranquila empiezo a pensar en lo que me espera de regreso y en lo que dejo. Pensando en ello en esta oportunidad, empecé a recordar mis viajes y a comparar la expectativa con la realidad, a pensar en eso que imaginaba sería al irme de casa y en lo que fue. Aquí algunas de esas realidades:
Esta realidad es diferente para cada persona: no se trata de una sola realidad y lo que diga aquí, claramente no refleja el sentir de muchos de los que vivimos afuera. Nuestra cultura, educación, país de destino, clima, situación sentimental, y más, suelen definir nuestra realidad cuando salimos del país, cada historia es diferente y como tal se debe interpretar y respetar.
Independencia: cuando sales de tu país, ya sea de manera temporal o permanente, lo primero a lo que te enfrentas es a la muy anhelada independencia. Definir tus horas de salida y de llegada, el orden de tu casa, hasta la decisiones de qué comer. En mi opinión esto es lo que más nos hace madurar. En mi primer viaje a EE.UU. donde estudié inglés por varios meses con 17 años, la independencia significó para mi desayunar pan con Nutella todos los días y gastarme el dinero que me enviaba mi papá en ropa, más específicamente, pijamas (?). Lo sé, inútil, costoso y engordador, así que al verme con muy poco dinero y ropa que no necesitaba (y que gracias a la Nutella ya no me quedaba), debí aprender a manejar mejor mis finanzas (lucha que aún hoy sigo enfrentando). Tomar nuestras propias decisiones es divertido hasta que nos damos cuenta que no son las más inteligentes ni responsables, pero es allí donde más nos obligamos a aprender.
Luisa con 17 años en Max Brenner en Filadelfia - posando con una pizza de marshmallow y Nutella
Las responsabilidades: Oh bellas responsabilidades, ese gran regalo con el que viene la independencia, y si es en otro país, mejor; y si es en otro idioma, mucho mejor. El primer reto y el más divertido, comprar un plan de celular, usualmente planes prepago cuyos beneficios nos parecen buenos porque no sabemos con qué comparar, en mi caso porque mis papás siempre pagaron el mío en casa. Luego, la divertida misión de encontrar casa, qué se supone que debe preguntar uno a los 20 años para saber si el calentador funciona bien? Y luego trata de entender cómo se pagan los servicios, de nuevo, en otro país, y si es en otro idioma, mucho mejor. Un saludo grande a mi amigo Bilbao que en México siempre pagó mi servicio del agua.
De cuando me convertí en ciudadana legal en México en 2016
La adaptación cultural: desde las enfermedades estomacales que sufrí en México, hasta el uso de ropa térmica y de estaciones, o aprender nuevas palabras o significados nuevos de algunas que ya creíamos conocer; desde el primer día que pisamos tierra en otro lugar, estamos aprendiendo y re-aprendiendo. Aprender de historia, de direcciones, de costumbres, de fiestas nacionales, de música, etc. Conocer cientos de personas cuyos nombres olvidas en minutos, y disimular tu verdadero yo para evitar que se den cuenta muy pronto de tu locura. Toda esta adaptación es mi parte favorita, quizá lo que más me emociona de ir a otros lugares, pero al conocerme mejor a mi y al crecer, me di cuenta que era mucho más fácil en mis intercambios a los 17 años, que en mi última mudanza a los 25.
El choque cultural: ”Luisa pero acabas de escribir la adaptación cultural?”, si, pero no toda la comida nos cae bien, no toda la música nos gusta, no siempre nos atraen los pubs, y desafortunadamente, y dependiendo del lugar, no siempre ser colombiano o latino, o ambas y además mujer, es una sencilla adaptación. No, a los colombianos no nos gusta que nos relacionen con Pablo Escobar, no es todo lo que somos, y tener que cambiar esta visión no siempre es fácil. Entender que Jbalvin apenas está llegando a partes del mundo y que claramente, en esos lugares en un karaoke no vas a cantar con tus amigos Luis Miguel, es en definitiva un choque, redefinir nuestro sentido de pertenencia para adaptarnos es algo para lo que no siempre estamos preparados cuando decidimos irnos al extranjero.
La soledad: Uh y esta es la parte que nadie te dice! Cuando haces los planes de irte a otro lugar, empiezas a imaginar una realidad de una vida de ensueño, de amigos, de comida, de viajes. Una vez llegas a ese lugar, el proceso de adaptación suele tomar meses, entre ello, conocer personas y crear relaciones donde te sientas seguro y puedas ser tú, en el proceso de esto, pasamos mucho tiempo solos, cuestionando cada decisión y deseando que el tiempo pase más rápido para ya estar en eso que nos habíamos imaginado que sería. Pero para nuestra fortuna, esa soledad termina, creas tus relaciones y te enamoras de locales y extranjeros, creas rutinas y aprendes cosas nuevas.
Lo nuevo y lo viejo: nuevos colores, nuevos paisajes, nuevos destinos, nuevos sabores, todo es nuevo, cada día por el primer año descubres cosas nuevas, aprendes maneras diferentes de brindar, y conoces tragos diferentes (y hasta te enamoras de ellos, como el mezcal y yo), te vuelves una persona ‘de mundo’. Pero a su vez, aprendes a valorar todo ello que amas de casa, lo vives más a flor de piel y te sientes más orgulloso.