Una breve fábula de mis vacaciones…
Supongo que esta historia aplica para los expatriados y para los que no lo son también. Ohhh esa bella época del año donde nos reunimos con nuestras familias y escuchamos frases tales como “Uyyy cómo ha crecido” o “Está como rellenit@” o “Se está tomando la sopita” o la infame “qué más del novi@?” Ohhh esas cuatro palabras que entierran a cada soltero principalmente en épocas decembrinas (sin mencionar que le echan bastante limón a la herida - en el caso de mis abuelos “ay ese muchacho como era de querido”)
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Ahora, de regreso en Dublín y habiendo terminado las festividades (no aplica para Colombia y sus 30 festivos al año) disfruto traer conmigo todos esos recuerdos de esta época. Hubo muchas risas, pocas lágrimas, muchos aguardientes (y mezcal), muchas horas dentro de un carro, muchos abrazos, mucha familia, muchos pelos de Dakota y muchas reflexiones/historias que quiero compartir.
Ella es el demonio de Dakota.
En este viaje a casa celebramos 10 años de habernos graduado del colegio. Muchas caras que no veía hace años, y algunas otras que siguen estando presentes en mi vida, mucho aguardiente... mucho. Recordé esos últimos días de colegio donde nos preguntamos qué seríamos o dónde estaríamos en 5 o 10 años, yo puedo decir que acerté en todo, no sabía donde iba a estar y sigo sin saber para dónde voy. Ver tantas historias de éxito, recordar tantos momentos y acusaciones de que no compartía las tareas (egoísta y berrinchuda de nacimiento), revivir esos dramas que aunque tengan 10 años siguen vivos (cada una de esas historias se sentían como el fin del mundo en esos momentos) me despertaron una linda nostalgia de la inocencia de esas épocas, y mucho orgullo de ver en quienes nos hemos convertido y los sueños que aún nos quedan por cumplir.
No sé si esto sea cierto pero creo que somos una versión más real de nosotros cuando estamos en un lugar que es conocido y donde nos sentimos seguros. No se si fue el alcohol o el jetlag, pero llevaba años sin sentirme tan yo como esa noche. Una de las desventajas de mudarse tanto es que toma tiempo sentirse lo suficientemente cómodo para mostrarse tal cual somos, y con estas personas con las que crecí y a pesar de no verlas en años, fui más yo que lo que he sido en años, un poco más imprudente y algo menos dramática que en aquellas épocas (aghh cómo extraño mis dramas).
Busqué nuestras fotos del colegio pero por respeto a nuestra amistad preferí no publicarlas
Aunque tres años y medio no parecen tanto tiempo, mucho ha cambiado desde que me fui, cosas que aun me cuesta reconciliar. Le decía a mis papás cómo se me hacía raro ver a mis hermanos fuera de casa, mi mente aun idealiza que algún día volveré y seremos los cinco como solíamos ser. Ellos ya tienen sus propios caminos, y pasamos de la certeza de que estar todas las festividades juntos, a tener que planear un fin de año con meses de anticipación para ver si los calendarios de todos cuadran. Sin querer sonar nostálgica, qué efímero es el tiempo, siempre nos dicen que vivamos el ahora porque las cosas cambian rápido pero es tan fácil dar tanto por sentado sólo porque lo sentimos tan familiar, donde no habrán más desayunos de recién levantados los cinco donde mi hermano mayor me moleste hasta hacerme llorar, o los paseos por carretera donde no estaremos los tres hermanos rogándole a mi papá cambiar la misma música que escuchamos desde los 7 años. Se vuelve difícil reconocer que esos recuerdos ahora son sólo eso, pero me llena el corazón ver a mi familia crecer, con mujeres de admirar y que quieren a mis hermanos un poco menos que yo. Y pues por mis papás, seguiremos siendo los 3 por los siglos de los siglos, amén (ok, exageré… hasta que algún hombre me robe de nuestras tradiciones).
Regresar a Irlanda se hace cada vez más nostálgico con la incertidumbre de cuándo volveré a ver a mi familia, pero me quedo con bellos momentos, muchas risas, el amor de mis papás, mis hermanos, tíos y abuelos, los abrazos de mi primo favorito (y nuestras peleas), el sol picante de Bogotá, los ricos sabores de mi tierra y mucho más. Quizá escribo esto para tener un recuerdo más de estos días y para no olvidarme(nos) de lo rápido que pasa el tiempo, y darnos la oportunidad de saborear cada instante porque muy pronto se convierten en recuerdos.
Le dedico esta entrada a una gran mujer que marcó aquellos días de colegio con su sonrisa y amor, tu recuerdo siempre está con nosotros Anita.