De las comparaciones…
Hace unos días compartí orgullosa un proyecto en el que mi hermano participó para el #BuildForCOVID19 Global Online Hackathon. Esta iniciativa era una oportunidad para que desarrolladores de todo el mundo se unieran y abordaran retos relacionados a la pandemia. El proyecto en el que mi hermano mayor participó busca usar el diagnóstico vía video llamada y un sistema de puntaje para analizar los pacientes en riesgo y escalar los casos críticos a los voluntarios de salud locales - véalo aquí.
Por supuesto cuando me enteré que su proyecto había sido resaltado en el hackathon sentí muchísimo orgullo (si, lloré), le escribí mil mensajes a mi hermano, cosa que no suelo hacer tanto como quisiera, y se me infló el corazón de saber que él estuviera usando su conocimiento y su tiempo en ayudar a la humanidad (suena pretencioso pero es verdad). Siempre digo lo orgullosa que me siento de mis hermanos, son unos seres humanos integrales: inteligentes, amables y humildes.
Entonces Luisa, qué tiene que ver el orgullo que sientes por ellos con el título de esta entrada? Pues una vez terminé de llorar, me entró el golpe de pecho de “aja, mi hermano está usando su tiempo para salvar el mundo y yo aquí, quemando galletas en el horno y escribiendo un blog que pocos leen”. No les niego que sentí un vacío en el estómago y me cuestioné muchísimo todo lo que hago. Así que en mi momento de ansiedad, me senté a hacer lo que más disfruto, escribir.
En primer lugar escribí sobre lo egoísta que me sentía al robarme a mi misma el orgullo que me dio por él con un sentimiento como es la duda y la ansiedad. Luego me sentí egoísta, una vez más conmigo, por robarme todo el crédito de lo que he hecho como persona, de no creer que lo que he construido es suficiente o comparable con lo que él u otros hacen. Y luego me puse a escribir sobre esa palabra “comparable”...
La comparación es un acto de violencia contra uno mismo. Iyanla Vanzant.
La personalidad comienza donde termina la comparación. Se único. Se memorable. Ten confianza. Sé orgulloso. Shannon L. Alder.
Empecé a pensar cómo vivimos en un mar de comparaciones que sabotean nuestra vida y nos hunden más y más en esas comparaciones. Nuestro medio favorito para ellas, las redes sociales. No se han visto últimamente envueltos en las recetas o rutinas de ejercicios que todos hacen y preguntándose si ustedes las podrían hacer mejor, o simplemente diciendo que no son capaces de hacerlas, o sencillamente juzgándolos (juzgar también nace de la comparación)?
Cuando empezó la cuarentena y todo el mundo de repente tenía Tik Tok, o era chef profesional o resultaba que entrenar era su pasión, yo fui la primera en alzar la ceja y decir “ay si, ahora resulta que son deportistas/pasteleros/bailarines...” Y todo nacía de la envidia. Sin embargo, después de varias discusiones con mi papá, reflexioné y pensé “que cool, que bacano que ahora todos quieran hacer eso que por tontas excusas no hicieron antes”, una vez dejamos la envidia de lado, es bueno ver que la gente explora cosas nuevas, que se atreven a hacer más, que se retan a ellos mismos, que salen de su zona de confort, sea por lucirse en Instagram o por la razón que sea, pero que bueno que estén intentando cosas nuevas.
Sin embargo, del otro lado de la moneda, hay muchos que no saben cocinar (como yo) y ver las elaboradas preparaciones los hace inseguros, que ven esos ejercicios y a todos sudando y se sienten más gordos e incapaces, que ver a los demás y todos sus grandes logros los frustra y desmotiva. No quiero entrar en lo irreal de las redes sociales porque ya lo he mencionado antes y porque es un hilo muy largo de tirar, pero si quiero decirle a esas personas que la única comparación que debemos realmente hacer es con nosotros mismos, es con la versión de nosotros mañana que sí debería ser mejor que la versión de hoy.
Para retomar mi historia, yo aun no tengo muy claro que quiero lograr con este blog (por si no se ha dado cuenta), poco a poco ha tomado el curso de hablar sobre amor propio, y entonces pensé que quizá compartir herramientas de amor propio era casi tan necesario para el mundo como el proyecto que desarrolló mi hermano. Quizá a sus ojos no lo sea, pero a lo míos si, y aplaudo mis logros tan fuerte como aplaudo los de él, y entiendo que su pasión e inteligencia le permiten aportar al mundo de una manera y que la mía también lo hace desde un ángulo diferente. Entendí que esa comparación no debía ser motivo de frustración sino de motivación, que si él había creído en él lo suficiente para participar en ese hackathon yo también podría hacerlo para hacer todos los proyectos que tengo en mente.
No nos saboteemos comparándonos con los caminos de otros, cada quien debe buscar ser exitoso a su manera, no hay dos caminos iguales, no hay dos historias iguales, no aspiremos a ser quien el otro es, usémoslo de motivación pero no de comparación, la única persona con la que nos debemos comparar es con nosotros mismos, aspirar a ser un poco mejores cada día, a hacer mejores galletas mañana (yo), a escribir mejor mañana de lo que escribo hoy, a dejar fluir mi inspiración, a buscar mis metas a partir de mis fortalezas y a retarme cada día más. Aceptémonos como somos, admiremos al de al lado pero reconozcámonos diferentes y triunfadores a nuestra manera.
Atentamente, Luisa.