Sé amable contigo

Sé amable contigo

… y si quieres gritar, grita; y si quieres llorar, llora; y si quieres reír, ríe.

Este acto suena sencillo, pero te has preguntado en la última semana, cuántas veces te has puesto de primero? 

No sé si se trata de algo cultural, pero crecí con una educación donde nos enseñaban a siempre ser amables con los demás, a que debemos ceder el paso, dar la silla a quien lo necesita, a siempre decir ‘por favor’ y ‘gracias’. Sin duda, esa educación es necesaria, y aun así parece que no muchos la recibieron. 

Por construcción, la palabra amabilidad se refiere a los actos de educación y respeto hacia otras personas. Algunos de los actos amables con los que crecemos van desde no hacer ruido para no despertar a alguien cuando duerme, hasta tratar de no juzgar al otro por su acciones aunque no estemos de acuerdo.

Y aun cuando es algo que nos repiten desde el jardín hasta la universidad, no recuerdo una sola vez durante ese proceso donde me dijeran que eso también aplicaba conmigo.


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Yo crecí con dos hermanos mayores, así que llorar no sólo me conseguía cosas materiales (refiérase a mi primer blog) sino la burla perpetua de mis hermanos, así que aunque muchas veces fallara en el intento, debía aguantar las lágrimas para evitar los reproches o las burlas. Además de bullies, mis hermanos son muy inteligentes (y excelentes hermanos), así que crecí con la presión de, igual que ellos, ser exitosa en mis clases y en mi carrera. No fue una presión necesariamente impuesta por las personas cercanas pero se sobreentendía. Además, vivimos en una sociedad donde las mujeres estamos en constante búsqueda del reconocimiento de nuestros derechos y del trato igualitario. Así que no, llorar, desistir, quejarme y darme por vencida no, NO son opciones.

Una hija siendo defendida por su papá del ataque feroz de su hermano mayor

Una hija siendo defendida por su papá del ataque feroz de su hermano mayor

En este camino que he recorrido he debido re-aprender la definición de ser amable. Cuando no tenía a nadie <amable> que me abrazara, tuve que ser esa persona para mí, y entonces entendí que el trato amable debía empezar conmigo. Que si quería llorar podía hacerlo por cuantas horas quisiera sin que eso me hiciera una persona blanda, y si quería darme por vencida también tenía el derecho sin convertirme en una persona débil, que fallar no era el fin del mundo mientras no le fallara a mis propios sueños, y si no quería sonreír para que nadie se diera cuenta que no estaba bien, no debía hacerlo; ya no se trataba de los demás, se trataba de serme fiel y ponerme antes que los demás (claro, sin olvidar mi educación y que también debía ser amable con ellos).

Empecé a preguntarme si todo esto que hacía por los demás también lo hacía por mí. Me doy a mí los cumplidos que le doy a otros? Pienso en regalarme a mí que le doy a otros? Felicito y aplaudo mis logros como los de los demás? Celebro mis victorias como las de los otros? Y ahora sé que puedo hacerlo,

porque ahora se trata de llenar mis expectativas y las de nadie más, se trata de darme mi espacio y respetarlo, de celebrarme y agradecerme, de ser amable también conmigo como me enseñaron a serlo con los demás.

Y si van a criticar porque ese helado me pone ‘rellenita’, que critiquen, estaré ocupada disfrutando mi helado.

Y si van a criticar porque ese helado me pone ‘rellenita’, que critiquen, estaré ocupada disfrutando mi helado.

La fuente de la felicidad ... (versión Luisa)

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Mis herramientas en el proceso: de hábitos y rutinas

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